Viudo de pescado: tradición que alimenta a Colombia
El viudo de pescado es un regalo del Tolima para Colombia durante la época de subienda. Pilar de Posada nos enseña a prepararlo de la manera en que solo lo preparan las madres ribereñas: con alma, con amor y con respeto por la naturaleza que nos brinda este manjar.
Aunque alrededor de su nombre se cuentan diferentes historias, la tradición ribereña nos dice que viene de la leyenda de una “viuda” que se aparecía a los pescadores; para apaciguarla, cocinaban este estofado de pescado y viandas en la orilla del río. Y así, quedó bautizado como “viudo de pescado”.
Aunque también se prepara en otras épocas del año, la temporada alta del viudo ocurre durante la subienda, ese fenómeno natural en el que miles de peces remontan los ríos para reproducirse. Entonces, el viudo se convierte en protagonista de mesas familiares, festivales populares y encuentros comunitarios.
El viudo se puede preparar con bagre, bocachico o capaz, y hacerlo es todo un ritual, una celebración de la naturaleza y una oportunidad para agradecer y compartir.
En diferentes regiones de Colombia, su preparación está cargada de tradiciones en que varían el tipo de pescado, el método de cocción —al horno, en fogón de leña o en caldero— y los condimentos locales. En algunos pueblos, se acompaña con arepas de maíz pelao; en otros, se sirve en hojas de bijao, como ofrenda a la tierra. En ciertas comunidades indígenas, el pescado se ahúma antes de cocinarse, como símbolo de respeto por el espíritu del río.
Pero más allá de sus ingredientes, el viudo de pescado representa valores profundamente colombianos: la generosidad, porque se cocina en grandes cantidades para compartir; la identidad, porque cada región le imprime su sello, pero todas lo reconocen como propio. También encarna la gratitud, porque su preparación está ligada a ciclos naturales que enseñan a esperar, a cuidar y a celebrar lo que llega con la subienda.
En el viudo de pescado hay memoria, respeto por el saber ancestral e historias de una tradición que se renueva cada vez que el río crece. Y como todo plato que nace del encuentro entre la tierra y el agua, su sabor es profundo, honesto y colectivo.